jueves, 9 de diciembre de 2010

Cerrar los ojos y brindarse.

Sé que debo un texto, como finaliza la jugada en la que estoy para el tiro libre, pero hoy mi vida dice otra cosa, dice que tengo que escribir sobre esos momentos en los que hay que cerrar los ojos, jugársela, y ponerle todas las fichas a un solo número, aunque suene riesgoso.

Cuenta aquella historia que ya varios conocen que soy de cerrar los ojos, cumplir con ese ritual que parece enviado del más allá y cada día me dice cual es el camino para subir un escaloncito más, incluso ganándole al vértigo, o al miedo a equivocarse, o incluso, al miedo a prosperar.

Hay veces que me levanto y me pregunto si estará bien todo lo que hago, pero cuando veo a aquella gente que me quiere mirarme a los ojos, demostrármelo, cada uno a su manera, con una palabra de aliento, un abrazo, estando en todos aquellos momentos que los necesito, a veces diciéndomelo, incluso aquellos que suenan pesados insistiéndome con quieren verme, rápidamente esa pregunta se borra de mi mente, ante un claro y rotundo “si, está bien”.

Hay gente que se encargó de ocupar un lugar en mi corazón muy velozmente, personas que quizá nunca pensé que así sería, pero que hoy son indispensables para mi vida.

De esos seres maravillosos que me sorprenden día a día me nutro para seguir adelante cuando las situaciones parecen complicadas.

Así y todo, más que del presente, quería hablar del pasado. Contar lo que muchas veces me costó cerrar los ojos, el miedo que me produjo muchas veces, y lo agradecido que estoy de haberlo echo.

Puede que en varias de esas cosas me haya equivocado, pero en la mayoría termine acertando, el tiempo me dió la razón, y hoy sueño con un futuro prometedor de la mano de más cierres de ojos, y de más jugadas con el corazón.

Cada vez que el corazón me dijo que eso era lo que él quería hacer, le hice caso, se detuvo en una acción, una persona, un camino, y me dió momentos inigualables, momentos que ya voy a tener la posibilidad de seguir viviendo, pero hoy me toca pensar en ayudar a una de esas personas mencionadas arriba.

Mi vertiginosa vida me ha enseñado a cuidar de aquellos que cuidan de mi, me ha enseñado a ayudar a aquellos que me ayudan a mi, y eso lo tome como una filosofía de vida, hoy, más tranquilo, con mi proyecto personal ya en camino, es hora de devolverle a aquellos que me escucharon cuando lo necesitaba, que me abrazaron cuando lo necesitaba, escucharlos y abrazarlos. También aprendí a ser paciente, a no desesperarme, y a no insistirle a quienes no quieren ser ayudados.

Pero cuando me encuentro con una persona que sus ojos me dicen a los gritos “estoy por llorar” y escuchó mi llanto, y me dibujó una sonrisa, no puedo evitar sacar ese instinto de supervivencia y estrechar la mano, porque aquellos que aprendimos a forjar nuestra coraza a fuerza de golpes y de problemas, bien sabemos que cuando se nos toca la fibra, necesitamos ayuda.

Y no quiero intrometerme en la coraza de nadie, pero no voy a aguantar una lágrima más de quien me ayudo cuando estuve por explotar, es una decisión tomada.

Yo también tuve que cerrar los ojos, brindarme al destino y ver que pasaba para tomar está decisión, pero es un hecho que no voy a tolerar más el sufrimiento de quien me quiere, o por lo menos, así me lo demuestra.

Le dije el otro día a una de esas personas que me mostró que estuve acertado en arriesgar, probablemente quien más lo haya echo en este ultimo tiempo, que cuando lo que me mueve es el amor, soy muy sensible, así que voy a aprovechar este valor y brindarme para ayudar a quien me necesita, porque muchas veces, quienes aprendimos a forjar nuestra coraza, es porque no tuvimos esa contención o ese afecto, cuando más lo necesitábamos.

jueves, 7 de octubre de 2010

Artillería Pesada

Parafraseando a Control Machete, tras una de esas charlas reconfortantes a las que me tiene acostumbrado una amiga, decidí escribir este texto que tiene varias aristas.

La primera es netamente sobre el titulo, todos tenemos la capacidad de cumplir nuestros objetivos, pero para algunos las “armas” dialécticas son más débiles. Otros, entre los que me considero parte, tenemos esa capacidad de tirar bombas y tener el mismo efecto que en varios días pueden obtener quienes pertenecer al otro grupo.

Yo tengo esa sensación, que muchas veces ver caer a los tanques es una imagen muy fuerte ante los que algunos no encuentran otra salida que escapar o resignarse. Otros, los más valientes, o lo que también tiene ese nivel, dan batalla.

Cuando entre esas armas está la memoria, se hace aún más difícil el debate, porque la persona que está en frente, sabe que en cualquier momento se enfrenta al arrebato de un hecho con el que no contaba. Eso estoy viviendo.

Llegó el momento de actuar, de poner los tanques en funcionamiento, y empezar la hora de la verdad, esta vez hay que ganar o ganar, Maquiavelo se instaló en mis venas por el momento, pero está frío, así que con la sangre fría, pero el pensamiento claro, no queda más que tirar toda la Artillería Pesada, según el plan.

La segunda arista tiene que ver con los compromisos, y para estoy voy a seguir con la analogía respecto de las guerras. Bien sabido es, que si estás en una batalla, hay un compromiso, que quien no se ajuste completamente al plan previo, puede causar muchas fatalidades.

Yo, desde mi lugar frívolo y observador que me da ser el ultimo en salir, tengo ese compromiso a flor de piel, tiendo a utilizar mucho una frase que dice “Los seres humanos tenemos dos orejas y una boca, por algo será”.

Me voy despidiendo, no quiero que nadie se sienta herido en su susceptibilidad, ni asustar con la analogía, bien sabrán aquellos que me conocen, evito la violencia.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Con la pelota bajo la suela

Una Vez cada tanto y en esos partidos que a uno le toca mirar desde el banco, el técnico te mira, mira al preparador físico, le dice tu nombre mientras te señala y acto seguido te dice “pibe, vení”.

Ahí se te vienen a la cabeza varios pensamientos, el primero es cuando tenes la ineludible sensación de que entras a la cancha, es tu momento, el utilero te pasa la camiseta, y el técnico te empieza a hablar, y ahí es cuando empieza el segundo, esa sensación de responsabilidad que te fluye por las venas cuando el técnico te dice como quiere que juegues para dar vuelta el resultado, o peor, como reemplazar a una gran figura lesionada, o lo que es peor aún “hace lo que vos sabes”.

Cuando te dicen esa ultima frase, entras, miras el marcador y dice “30’ Segundo Tiempo 0-2” hay que poner todo de uno y no achicarse. A mi, me acaban de decir eso.

Me tuve que hacer cargo del equipo, tengo la pelota bajo la suela, y en quince minutos tengo que demostrar todo lo que sé hacer con la pelota, y salvar el partido.

Este encuentro todavía se está jugando, pero en la primera jugada me saque a dos de encima, con mucha elegancia, hice una pared con quien iba por izquierda, y después, cuando solo quedaba el arquero, salí gritando gol tras toque sutil pero furioso.

Bien. Primer objetivo cumplido, ya solo queda uno para el empate, y dos para la victoria, sin dudas, estamos mejor que antes.

Ahora, viene el momento más difícil de todos, a unos escasos minutos, de esos pocos que le quedaban al encuentro, me hacen una falta en la puerta del área grande, tiro libre directo. Me paro frente a la pelota, tomo carrera, es bastante cerca, así que le voy a pegar yo. Tengo pensado que vaya por encima de la barrera, que es gol seguro.

Ese tiro libre, todavía estoy en la carrera, otro día, quien dice en la nota post-partido, sepan como me fue… Si perdimos, empatamos o ganamos el encuentro.

Ley de cierre

Me debía este texto desde hace mucho tiempo, tanto, que en realidad me decidí a escribirlo, antes de que quedara mal cronológicamente, respecto del posterior.

Tengo que hablar sobre aquellas cosas que se van cerrando en la vida, todas aquellas etapas que concluí en este ultimo tiempo y no me dí la posibilidad de plasmarlas en un texto, de esos que tanto disfruto escribir.

Estoy en uno de esos momentos de la vida donde el cambio puede asustar, como lo hizo en un primer momento o el cambio puede gustar como lo hizo luego, y continúa aún hoy.

Viví durante toda mi vida en un sistema, yo sabía como era la historia, cambió en algunas cosas a lo largo del tiempo, pero más o menos era bastante constante. Pero el nueve de Agosto de este año eso cambió. Tuve en la mano ese papelito que certificaba que ya ese proceso había terminado, y que simplemente, hasta que empezara el nuevo proceso, estaba absolutamente, y por primera vez en mi vida, fuera de toda institución educativa.

Ahí llegó el famoso miedo a la libertad, por primera vez era libre, no le debía nada a nadie, no tenía ninguna responsabilidad educativa, ni nada que se le parezca. Era el momento de cumplir mi sueño, uno de ellos por lo menos, la universidad, aquello que tanto anhelaba de chico, aquello que soñaba y visitaba casi jugando a ser parte. Si, ese proceso llegó, con bombos y platillos, aunque casi por casualidad.

El día siguiente a eso, concurrí a lo que hoy es mi establecimiento educativo, en rol de acompañante, con solo el titulo en el bolsillo trasero izquierdo de mi pantalón, y unos pesos que me habían sobrado de una pequeña charla, gaseosa y tostado mediante, con quien es, a esta altura, y pese al no tan extenso tiempo, una de las personas que más me vio llorar de alegría y de tristeza, en mi vida. Ese día, gracias a la no existencia de mi timidez, pregunté si me podía anotar (y digo, gracias a la no existencia de mi timidez, porque se suponía que no). A partir de ese momento, se convirtió en el gran punto de inflexión en mi vida, tenía los papeles la universidad, mi vida estaba empezando a cambiar.

Hoy, a varias semanas y ya inmerso en la arena universitaria, tengo la felicidad a flor de piel, y dicen, aquellos que me conocen y me quieren, que cada vez que hablo del tema, el brillo de mis ojos aumenta considerablemente, como si de repente, tuvieran luz propia.

lunes, 31 de mayo de 2010

Agachar la cabeza

Durante estos días me volví realmente conciente de que a veces hay que agachar la cabeza y reconocer que uno se equivoco. El yerro se comete diciendo algo, haciendo algo, contando algo, o lo que fuera, y esos errores, si no se retractan a tiempo, pueden atormentar la conciencia por largo rato.

Tengo dos historias para contar, empezaré por una, y la otra, quedará para otro momento. Cuenta, dicho relato, que una vez, invadido por la ceguera producida por la desesperación y el amor incondicional, dije cosas que no se si son ciertas, de las cuales no me arrepiento tampoco, porque me llevaron hasta lo que hoy tengo, o creo que tengo. En un par de ojos brillantes como el sol, hermosos como la luna y sensibles como un bebé perdí mi cabeza, y entregué mi corazón. Eso me llevo a hacer un montón de cosas de las cuales sinceramente me enorgullezco, pero hubo una, en la que dije poder leer el destino, o hasta haberlo escrito, que me hace sentir culpable. Algún día dije que ese amor parecía interminable, y hoy lo sigue pareciendo, pero cuando miré esos ojos llenos de lágrimas y me dí cuenta una vez más, que son aquellos en los que perdí la cabeza y entregué mi corazón. Me percaté de que no estábamos preparados para vivir sin mirarnos fijamente y abrazarnos cuando estos estuvieran llenos de lagrimas, impidiendo que se apague la luz de nuestra alma y caminar juntos por el sendero de la vida, simplemente porque ambos habíamos hecho esa gran entrega de la que creo, ambos estamos muy contentos.

Pero cuando algo parece morir, o disminuirse mucho en sus energías vitales, es muy difícil creer que está vivo hasta que se lo ve marchando a la par nuestro en el mencionado sendero. Y esté es el momento indicado para decir “me equivoque”, pensé que ese destino que creí escribir decía algo que ahora dudo, que actualmente no se si es tan cierto, que tus ojos me dicen otra cosa, que ese eterna conexión que se produce al mirarnos está intacta, como si jamás la hubiéramos desafiado a desaparecer. Cuesta creerlo, y cualquier golpe da la sensación de que lo mató, pero no es así, yo lo ví en esos ojos llenos de lagrimas que a los gritos rogaban un abrazo de esa persona que te juró que no iba a desaparecer de tu lado y que todo tu cuerpo reclamaba a gritos, y ahí estaba, cumpliendo con su promesa, brindándote el abrazo que necesitabas, la palabra de aliento que merecías y la caricia que pedía darte.

Por eso este es el primer texto que una expresión de mi corazón que no puedo ocultar, esa conexión que sentimos ambos cuando estamos juntos es algo que nunca voy a poder olvidar, ni en mil peleas, ni en dos mil años. Pero la gran pregunta que se hace uno en este momento es, ¿Cómo hago para, si pensas que se murió, mostrarte que no? Yo lo veo vivito y coleando, deambulando por mí cuarto recordando tu presencia a cada lado a donde miro.

Todos tenemos miedos, dudas y demás problemas que nos hacen pensar cual decisión es la correcta, pese a muchas veces, saberla de ante mano. Pero el otro día me preguntaba ¿Qué vale más que la felicidad? ¿Qué vale más que ese fuego sagrado de sentir que uno hace feliz a quien pretende? Y si se puede hacer eso, ¿Cuál es la razón para dejar pasar el tren? Las oportunidades no se escapan, uno las deja ir. Y cuando una de ellas toma la decisión de volver para que esta vez la abraces bien fuerte y le aproveches todo lo que trae consigo, es responsabilidad de cada uno saber hacerlo rendir.

Yo estoy más que dispuesto a jugar todas mis fichas a esto que tengo en el pecho, que me llena de ganas de protegerte y de ver esos ojos que guardan un no casual parecido con aquello que también me saca una sonrisa con su sola fragancia y me encanta que me despierte a la mañana, daría lo que fuera por poder asegurarte amor eterno, por poder asegurarte felicidad más allá del tiempo, pero como no me gustaría mentirte, así que simplemente voy a decirte, que ese cosquilleo que sentía en el pecho, ya no es tal, tenias razón, te estabas acomodando en mi corazón.

domingo, 23 de mayo de 2010

La lluvia volvió difusos los límites del campo de juego.

Hoy es una noche lluviosa y sinceramente, no tengo demasiadas ganas de salir. El blog está a escasas horas de cumplir su primer año de vida y empiezo a hacer un balance de que cambio y de como estoy hoy.

Mi vida viró sinceramente por varios horizontes distintos, ya no estoy parado donde lo estaba en aquel momento, me siento aún mucho más sólido que en aquel momento, más fuerte e incluso podría decirse, desde mi soledad en algún momento, mejor acompañado.

Podría contarles varias historias, varios ejemplos, pero decidí quedarme con uno que claramente domina mi cerebro:

Siempre me jacte de saber cual era el limite, de identificar hasta donde se podía legar, pero en este juego de ir y venir, de ver hasta donde puedo correr, me di cuenta que la lluvia hizo que perdiera la claridad que tenia para ver la línea que delimitaba de que lado estaba dentro del campo de juego, involucrado en el partido, y de que lado era un mero espectador, o peor aún, estaba fuera del encuentro, pero este me requería adentro.

Siento pasión por la camiseta que tengo puesta, sin dudas, nadie puede expresar lo contrario, es simplemente que a veces dudo de saber como jugar ese tipo de partidos, tengo la vacilación, vengo en franco ascenso en este torneo en el que estoy inscripto, que cuando parece que su fin es próximo, me doy cuenta que está recién empezando. Claramente mi forma platear los encuentros es cada vez mejor, y eso va llevando a victorias, triunfos que son conjuntos, y me hacen pensar que luego de un largo tiempo, no hay confrontación, al fin, con mi rival y que simplemente vamos a divertirnos.

Estoy muy contento por eso, poder entretenerme con aquellos con los que hice parte de las inferiores y me junté a jugar a la pelota en la plaza tantas veces, que hoy jueguen a mi lado, propongan risas, lujos conmigo, hagamos el desgaste físico juntos, pero nos veamos involucrados en un aplauso cerrado cuando nos retiramos de la cancha, exhaustos, ya hasta diría cansados de pasarla bien.

Mi problema empieza con los limites, ya no jugamos a la pelota en la plaza del barrio, ya no somos niños, ya crecimos, y tenemos que tomarnos con seriedad todo lo que nos involucre, el campo de juego ya no esta delimitado por líneas imaginarias y abstractas, sino que son muy claras, y si no lo son, no debería jugarse el encuentro, aunque me pregunto, ¿No debería jugarse el encuentro? ¿No es función del compañero que si tiene claro hasta donde se puede llegar, marcarlo?

Me encanta reírme con aquellos que me entiendo, se que con este equipo que arme podemos ganar en cualquier cancha, tenemos la posibilidad de golear, sabemos llenarle los ojos de fútbol a cualquier hincha. Pero sinceramente, lo que no tengo claro, es si mi ambición, la lluvia, los límites difusos, pueden traer algún problema. Si funcionamos como equipo dentro y fuera de la cancha, si jugamos bien en los entrenamientos, amistosos y partidos oficiales, ¿Está mal que me de miedo intentar jugar bien fuera de la cancha?

La decisión por el momento es haberme percatado de que mi nivel de juego, que se coronó con una gran victoria con goleada, aunque no haya alcanzado su techo aún, es excelente, y no voy a arriesgarlo por un partido en un día de lluvia en el que me pueda lesionar, espero poder seguir jugando en este nivel y así, poder darle una alegría a esta hinchada tan sufrida, que cuando vio rearmar este equipo, soñó con gritar nuevamente campeón.

martes, 4 de mayo de 2010

Grandes Oceanos Amenazan Mi Vida

Ya está muy entrada la noche, hace frío y estoy con una sensación de angustia que no sabría como explicar. Aquel pasado que sobrevuela en mi memoria sin ganas de volver, pero con ganas de hacerse notar, y de hacerme llorar parece que está por conseguirlo, estoy lo suficientemente amargado como para reconocer aquellas pequeñas sonrisas que algunos intentaron sacarme. Pero el tema del que tengo ganas de hablar es otro, es sobre la ignorancia.

La ignorancia es el opio del pueblo, no saber las cosas es la mejor manera de escaparle a la realidad, aunque en el final del camino, siempre te termine arruinando, porque negar las cosas, no quiere decir que no existan, quiere decir que suceden sin que participemos de ellas, sin que podamos cambiarlas.

Varias veces intentaron volverme ignorante, en varios momentos de mi vida, desde muy pequeño, hasta hace muy poco tiempo, incluso, podría decirse, que todavía lo siguen intentando. ¿Es que acaso esta en la naturaleza humana tratar de ocultar información? Que triste sería conocer esa noticia. Desde pocos años después de mi nacimiento trataron de que yo no me entere de determinadas cosas, para así poder manejar mi conciencia a su gusto. Los años pasaron, y como conocido por el dicho popular, las mentiras, tienen patas cortas. Se preguntarán que les pasó a todos esos seres de escasa estatura que intentaron y en algunos casos lograron hacerme daño cuando yo no tenía las armas suficientes, la respuesta es simple: Yo suelo no pagar con la misma moneda que aquellos bárbaros que incurren en errores propios de su ignorancia, tomé la decisión de alejarme de ese estado, me informe, y simplemente, desde mi altura brindada por la hermosa sensación de tener la conciencia tranquila, no los miro.

Pero por suerte el tiempo pasó, yo crecí, me perfeccioné en mi búsqueda de la verdad, en el armado de las diferentes verdades, pero con mi desarrollo, también llegó una metamorfosis, porque no se podría decir que se emparejaron conmigo, de aquellos que intentaron que yo perciba nubes tapando un sol que no me dejaba ver, de lo radiante que era. Aquellas personas tuvieron un último manotazo de ahogado, antes de quedar inmersos en el incalculable océano de profundidades sorprendentes y horizontes inapreciables, que llamamos mediocridad, pero no les alcanzó y cuando la ola los tapó, ya ni sus ruidos a burbuja entre mezclados con pedidos de auxilió se escucharon.

Cuando yacían muertos en las profundidades de este lamentable océano del que sin dudas son parte, aproveche mi momento, creyéndome apto, para salir a competir contra la vida, en una lucha bastante desleal. Me encontré, en ese camino, con gente maravillosa, gente de la que me enorgullezco de haber sumado a mis filas, gente, que incluso luego, mostraría sus falencias, y dejaría ver sus afinidades con ese mar de descomunales dimensiones. Algunas de esas personas aún estoy apenado de haberle dado la posibilidad de que se parezcan, aunque sea por un segundo y desde polos opuestos, pese uno pueda pensarlo como una contradicción que luego explicaré, a esa gente que tanto me hizo sufrir desde antes de que pudiera escribir mi propio nombre. Es obvio quien no entiende que pasa cuando la información no aparece, no concibe la desesperación y preocupación que puede generar la falta de información, no voy a explicarle a quien no quiere entender que genera falsas ilusiones y hasta fanatismos la falta de información. Y ese fanatismo por no comunicar que tanto nos costó, es aquel del que no me enorgullezco, y hasta tiempo cuando lo recuerdo, es aquel que quise eliminar de gente que nunca me percaté de entender que yo había aprendido a querer así, y no iba a cambiar, que así se había vuelto de mis filas, y aunque le haya dado la posibilidad de parecerse a aquellas personas que me hicieron sufrir porque esa era básicamente su intención, supieron pararse en el otro polo, y tratar de hacerme feliz.

domingo, 2 de mayo de 2010

Guerras internas de sensaciones encontradas

Hoy me toca hablar de sensaciones encontradas, de la sensación de que alguien está cerca cuando está lejos, y de que alguien que está a tu lado, parece a una distancia imposible de alcanzar. Esta sensación vengo teniendo hace un par de días, sobre todo la primera, todavía sin haber superado la tan nombrada sensación de inseguridad que me producen ciertas situaciones, me percibo más cerca de gente que pensé que se había alejado de mi vida, y que me tenía bastante atareado por eso, pero a su vez siento que en esa proximidad me alejo, me distancio porque simplemente estoy muy dubitativo, no se que es lo que está bien y que es lo que está mal, no entiendo que es lo que me pasa por la cabeza a veces, sencillamente, no se bien lo que quiero, que en realidad no es tan así, sino que podríamos decir que me tiembla el pulso a la hora de tomar decisiones terminantes.

Estar cerca de esa gente que a uno lo hace feliz, esa gente que sabe como sacarle una sonrisa a uno, obviamente es muy beneficioso. Pero cuando hay sentimientos encontrados, y ahí es donde arranco con una metáfora, pensándolo como una guerra civil en la propia mente de cada uno, encuentro varios frentes del mismo “enemigo” (que en realidad no es tal, sino todo lo contrario y eso es lo que genera esos frentes), es donde se complica. Por un lado encuentro a los extremistas pacifistas, que vieron la manera de llegar a una ineludible paz, pero que proponen un acuerdo para conseguirla, con el que no se si hoy día coincido. Por otro lado se encuentran los extremistas de la guerra, aquellos kamikazes que solo tienen como función generar una batalla que sin lugar a dudas, va a dejar heridas para ambos bandos, que en este caso, no me interesa que ninguno de los dos tenga bajas. Pero por ultimo encontramos un tercer frente, un grupo que se encuentra justo en el medio entre los pacifistas y los kamikazes, que pretende llevar a cabo un acuerdo blando, que se vaya volviendo más firme con el correr del tiempo. Este es el grupo con el que yo quiero luchar, con el que estoy de acuerdo, porque no tengo ganas de ver muchos muertos, pero tampoco quiero cerrar una paz rígida, con un acuerdo poco flexible, que desembocará en una “paz armada”, o sea, una tensa calma, donde creo que no sería necesario que muera ningún príncipe (al utilizar los términos de descripción de la gran guerra, utilizo su paralelismo) para que se desate una feroz contienda. El más débil de los tres frentes es aquel que yo tengo que lograr propiciar, ya que es el único que tiene chances de no tener bajas ni heridos, porque la paz armada es peligrosa a largo plazo, y los kamikazes, a corto plazo.

Si lograra vencer en la interna y en la guerra el frente “gris” todo sería como debe ser, probablemente se darían algunas batallas al principio, porque ese es el defecto del acuerdo blando, pero con el tiempo este se irá fortaleciendo para conseguir una paz más duradera, y más cercana a la proyección a futuro, y así, no tener que estar mirando día a día. Tengo grandes ansias de poder traer victorioso a casa a aquellos soldados que pidan un acuerdo blando, y que estén dispuestos a pelear por él si es necesario, y para ello, tengo que armar una estrategia, que me permita imponer una “batalla final” y que en la negociación post bandera blanca, se firme este pacto.

Para ir cerrando quiero aclarar que hay batallas y guerras a las que gusta llegar, pero son riñas en las que salen ganando ambos, difícilmente haya bajas y que, como todo mal ganador, siempre me dejan contento, y mis irónicos enemigos y yo sabemos, que son las mejores.

viernes, 30 de abril de 2010

Que ironía de la vida

Hoy empiezo a hablar de todos esos temas que me quedaron en el tintero, esos temas de los que jamás escribí, porque no era el momento, o porque, simplemente, no era mi tiempo.

El tema del que voy a hablar hoy son las grandes ironías de la vida, esas cosas extrañas que no uno termina de entender, pero sucedieron, fueron así, y son mensajes, señales que te da la vida, que uno puede tomarlos, o no. La mayoría de ellos los interpreté y fueron, indudablemente, cosas que me dejaron pensando, de la cuales algunas aún hoy no termino de entender, no termino de explicarme, pero existen, y cada vez que las pienso, entro en un estado de transe del cual no puedo salir, cuesta asumir ciertas cosas, ciertas ironías de la vida. Para ejemplificar esto, decidí contar una historia que me parece que va a explicar todo eso:

En un momento de mi vida, hace relativamente poco tiempo, yo tenia una pareja armada, pero estaba viviendo uno de los momentos más difíciles de mi vida, y de rebote, conocí a quien luego de poco tiempo se convertiría en mi confidente, es persona que sabía más de mi que mucha gente que estaba a mi lado hacia mucho tiempo, incluso, muchas veces, que mi propia pareja. Ese que fue un ángel guardián durante bastante tiempo, esa, la única persona que se levantó para darme un abrazo aquel día, el día después de que se haya visto una de las cosas que más me arruinó a lo largo de mi vida, y todos lo sabíamos, solamente ella dio un paso al frente y se hizo cargo de una situación que no le correspondía, desde una insipiente amistad que ya era más que eso, nos confundimos en un abrazo, y al borde de las lagrimas, decidí cesar.

El tiempo pasó y se convirtió en esa persona que escuchaba mis problemas, me animaba, y me ayudaba a solucionarlos, esa persona que tenía un rol esencial en mi vida, aunque no se daba cuenta, era pieza fundamental de mi mente, esa estructura básica que permitía, pese a haber vivido momentos duros, estar siempre al pie del cañón, preparado para la pelea.

Con el tiempo, esa persona fue ganando más y más terreno, siempre sin perder la amistad, pero era casi como mi hermana, la persona con la que más hablaba de todos, la persona que me hacia reír, que me levantaba cuando no quería hacerlo, que me movía cuando ya no quedaban energías, y mi campera de Jean, se mojaba un poco con las gotas de dolor que fluían de mis ojos.

Pero el momento de máximo esplendor llegó, cuando nos dimos cuenta que éramos, también, quienes podíamos satisfacernos el uno al otro, y así, entablar una relación nueva, desde un costado distinto, que parecía perfecto desde un primer momento. Aquel confidente, aquel ser humano hermoso que iluminaba mis noches y daba brillo a mis mañanas, sería mi compañera, había una sensación de vacío, casi imperceptible por hecho de que pasaba mucho tiempo con ella, pero, uno pensaba, cuando terminaba de estar con ella, o cuando pasaba algo lindo, que quería llamar a su alma gemela para contarle que era feliz, que todo parecía perfecto, que se afrontaban los prejuicios y problemas con entereza, y que estábamos unidos por un lazo que en algún momento parecía indestructible. Pero esa persona ya no existía, ya mi alma gemela ya no era mi amiga, cuando la veía, ya veía otra cosa en ella, pero como todo parecía perfecto, uno no le prestaba atención a eso.

El tiempo siguió pasando, y empezaron algunos problemas en los que si se comenzó a notar la ausencia de esa amiga incondicional, con la que nos mirábamos a los ojos y nos entendíamos de memoria, como si nos conociéramos de toda la vida. Lloraba y la buscaba para contarle, para requerir su consuelo, para que me dé un abrazo, y cuando la encontraba, caía en la cuenta de que ella no existía más, irónico el momento en el que parece que esa persona que fue todo en la vida de uno, es simplemente agua salada representando sufrimiento que recorre las mejillas…

Llegamos al día de hoy y ya pasaron varias veces donde le dije, buscá a mi mejor amiga, porque la necesito, preciso un abrazo suyo, no estoy bien y es la única que me entiende, y aunque hoy las cosas no sean las mismas y todos sepamos que existe una atracción física, sigo en la búsqueda de mi mejor amiga, para que me de ese abrazo que nadie entendería, me consuele como solo ella sabría, y me cuente esos chistes, que solo a ella se le ocurrirían.

miércoles, 28 de abril de 2010

El partido de la vida

Vengo atrasado con los textos respecto de los momentos de mi vida, lamentablemente hay varios sucesos que me costó mucho narrar, jamás hablé de determinados temas que en algún momento, con más tiempo, hablaré. Pero hoy tengo ganas de contar del presente, de ese momento que estoy transcurriendo donde uno debe barajar y dar de nuevo, uno siente que su vida es un partido de truco, que las cosas pasan con mucha velocidad, tanto que uno no llega a entenderlas, que de un día para el otro, aquel que estaba en frente tuyo y te pasaba las señas, hoy está a tu lado, mirándote las cartas, o a veces ni siquiera eso, y tal cosa, a veces, duele…

Cuesta asumirlo, pero cuando uno lo asume, siempre la intención debe ser que esa persona no se vaya del encuentro, y a veces para lograr eso, uno debe dejar entrever sus cartas, obviamente que si son todos cuatros es mucho más fácil de convencer al potencial “rival”, pero si no lo son, también hay que hacerlo, para que este sepa que tu voluntad es lúdica y no competitiva, esto es, básicamente, lo que estoy viviendo hoy día.

La baraja se rearmo, se está mezclando, y cada jugador tiene nuevas cartas, esas cartas que van a definir una nueva mano, no un partido, por lo menos eso parece, por ahora. El partido parece estar recién arrancando, nuestros puntajes son bajos aún y las cartas, digo sin temor a equivocarme, tampoco son las mejores. Es un momento de incertidumbre, porque hoy con el juego en esta faceta, ninguno conoce de memoria a su compañero, no puede jugar sin hablar, por momentos pareciera que aunque nos conocemos todos, nadie conoce a nadie…

Y cuando miro las cartas que apaño con mis manos solo me quedan algunas contradicciones, esas sensaciones encontradas que le hacen preguntarse a uno muchas cosas, que le hacen sacar a uno muchas conclusiones, esas que hacen sentir escalofríos, mientras calientan la cabeza, de tanto pensar. De ese momento en que uno tiene todo en la cabeza aunque en realidad no tenga nada, me llevo un desenlace parcial, que paso a relatar y luego explicar:

“…Será cuestión de cerrar los ojos y darle para adelante, es de valiente sonreír cuando el corazón llora, pero es de egoísta que el corazón llore cuando debería sonreír...”

Las ganas de cerrar los ojos y hacer lo que fuera, saliendo por un rato de la metáfora del partido de truco, implica perder los prejuicios, pero también los juicios, dejar de pensar que si tal o cual es de tal o cual manera, o hace tal o cual cosa, simplemente cerrar los ojos, hacer lo que uno tiene ganas, con la mayor seguridad posible, y no preocuparse por el que dirán.

Por otra parte, no me quedan dudas que exponer una sonrisa en la cara cuando por dentro uno se desvanece y su corazón está llorando a mares, es una indudable muestra de valentía, porque es saber afrontar los momentos difíciles con entereza, sabiendo cuando pedir ayuda, pero sin animo de dar lastima, pero que llore el corazón porque duele lo que hace alguien, sea cambiarse de silla y tener a otro compañero en el partido de truco, o exigir que de cuatro se vuelva a seis, de seis a ocho, cuando uno hace, lisa y llanamente lo mismo, y eso a uno lo hace feliz, es bastante egoísta por parte de quien llora cuando hace algo que lo hace feliz, solo porque también lo hace otra persona…

La culminación es, aunque cueste, mi corazón aprendió a sonreír, y a arriesgarse a mostrar las cartas, solamente porque tiene como premisa la igualdad de oportunidades y la libertad, y quiere que aquel corazón que antes le pasaba las señas de sus cartas, hoy, sentado a su lado, se las muestre, comenten juntos, se den consejos, porque ambos saben, cuando se miran a los ojos, que tienen un mano a mano pendiente.

viernes, 22 de enero de 2010

Dicotomia de mi vida

Inundado de amor, tanto como de ira, cuesta tomar decisiones certeras. Es mucho más eficaz tratar de poner la cabeza en la heladera. Estoy en ese proceso, en el que debo ver cual es el mejor camino a seguir, sin lastimar a esa persona que sinceramente quiero ver bien, a esa persona que me hace sentir bien. Ha dicho muchas cosas bonitas sobre mi, que a veces no se como retribuir, que a veces me siento en la obligación de retribuir, que a veces siento que retribuyo de sobre manera.

Hay momentos donde lo más importante es una palabra bonita, una frase cursi, pero hay otros donde lo que debe predominar es realizar cosas, brindar hechos. Ese proceso quiero, y creo estar lográndolo, empiezar a circundar. Ver a una persona netamente enamorada de uno es muy satisfactorio, pero aquellos que podemos ser tildados de ambiciosos, o de que no sabemos vivir el hoy, que siempre proyectamos en el mañana, cuando sentimos lo mismo, empezamos a tratar de construir algo que deje cada día más y más huellas, generar una estructura. Gran dicotomía se genera cuando uno quiere eso, puede eso y hace todo lo que esta a su alcance para conseguirlo y la otra persona no quiere, o lo que es peor y duele más, no puede.

Es una pregunta que me hago todos los días, yo quiero proyectar, no sentirme disminuido en ningún momento, ¿Y si no se puede? ¿Debo dejar todo lo que siento de lado por esa ambiciosa necesidad de crecer? ¿Debo calmar mi ansiedad? ¿Debo replantear mi ambición?

Cuantas preguntas, para una sola respuesta. Dejar todo lo que siento de lado por esa ambiciosa necesidad de crecer implica, indefectible y minimamente, cambiar el tipo de relación que tengo, y eso es algo que no estoy dispuesto a hacer, por el simple hecho de que yo llego a necesitar proyectarme con ella, por lo que siento, y cuando la proyección es mucha, los sentimientos no pueden dejarse de lado.

El resto… Son todas incógnitas que para alguien que no las tolera, son un pesar diario. Me encantaría tener alguna respuesta, algún dato o por lo menos, algún atisbo de solución. Una idea con la que poder sobreponerme a la adversidad hoy presente sería excelente, pero no existe hoy por hoy. ¿Y qué hago con eso? Por el momento, me quedo pensando…

También hay otra cuestión, para aquellos que tuvimos varios intentos fallidos en el amor, siempre añoramos conseguir el maravilloso complemento, y así lo sienten ambos, los esfuerzos sobrehumanos por alimentar la pareja, ayudar a la otra persona y tratar de crecer, parecen simples juegos de niños, o por lo menos así, lo siento yo…