jueves, 3 de febrero de 2011

Una luz al final del camino.

Está terminando, parece, un período de mi vida en el que hubo muchas turbulencias, más bien diría fueron más las turbulencias que los momentos de paz y tranquilidad. Parece que encontré una luz al final del camino, que mi vida ya no es la misma desde que aunamos nuestros rumbos, y aunque me hayan tildado de oscuro, aunque el tiempo les haya dado la razón, por suerte hay un ángel que iluminó mi sendero y tomó mi mano cuando era más fácil dejarme caer que ayudarme a subir. A partir de ahí la escalada es constante, costosa, como toda ascensión, pero constante.

Hay veces que no se como agradecerle que me mira a los ojos y me dice que lo hago feliz, y yo que no entiendo. Es un ángel, yo creí que los ángeles eran seres puros y felices por naturaleza. Ahí viene mi pregunta ¿Es que los seres puros y felices no se pegan a mi calzada? Mejor así, porque me aburren.

Con ese espíritu celestial aprendí a caminar erguido, empezó a circular por mis venas nuevamente, ahora con certezas, esa vieja premisa mía que me hacia creer que yo podía con todo. No es que así lo crea actualmente, pero en este momento parece cierto.

Para reclamarle a ese ángel poco es lo que tengo, ya que por mi dió mucho, incluso dejó de lado situaciones por las que muchos pagarían, solo para tener una comunicación interminable, en la que también, y sin darse cuenta, me enseño a amar.

Pero a los ángeles no se les reclama, y según parece, por lo menos a este, tampoco se le agradece. Cuando el otro día temblaban sus cimientos, las miradas eran fijas, y las palabras, pocas me dí cuenta que ya no era quien decía ser. Ni ella, ni yo. Quien en algún momento se había jactado de ser sombrío, de haber conocido el demonio y habérsele reído en la cara, ahora se derretía ante un beso y un simple “hoy soy más feliz”. Pero tampoco quien había forjado su coraza a fuerza de golpes y torturas dolorosas, ya que dejaba ver su esencia, de ojos claros y brillosos que podían iluminar cualquier recinto, que decían a gritos que esos tormentos hoy parecían lejanos, que estaba radiante a mi lado.

Y ese viejo barco de madera que a tantos puertos ajenos me había llevado, hoy tenía que entender porque estaba encallado. Ese perla negra al que muchos temieron, me dijo luego de eso que vaya tranquilo. Me saqué mi túnica negra, al fin mi piel sintió el sol, sufrí una breve fotofobia, para luego subirme al que sería mi nuevo vehículo, a este lo ilumina la luz de mi ángel, que me promete progreso, mucha más fortaleza que antes, y con esa compañía, casi como guiño del destino, salí a dejar mi ultimo rastro de oscuridad, ya que si solo me sentía fuerte, ahora, me siento invencible.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Cerrar los ojos y brindarse.

Sé que debo un texto, como finaliza la jugada en la que estoy para el tiro libre, pero hoy mi vida dice otra cosa, dice que tengo que escribir sobre esos momentos en los que hay que cerrar los ojos, jugársela, y ponerle todas las fichas a un solo número, aunque suene riesgoso.

Cuenta aquella historia que ya varios conocen que soy de cerrar los ojos, cumplir con ese ritual que parece enviado del más allá y cada día me dice cual es el camino para subir un escaloncito más, incluso ganándole al vértigo, o al miedo a equivocarse, o incluso, al miedo a prosperar.

Hay veces que me levanto y me pregunto si estará bien todo lo que hago, pero cuando veo a aquella gente que me quiere mirarme a los ojos, demostrármelo, cada uno a su manera, con una palabra de aliento, un abrazo, estando en todos aquellos momentos que los necesito, a veces diciéndomelo, incluso aquellos que suenan pesados insistiéndome con quieren verme, rápidamente esa pregunta se borra de mi mente, ante un claro y rotundo “si, está bien”.

Hay gente que se encargó de ocupar un lugar en mi corazón muy velozmente, personas que quizá nunca pensé que así sería, pero que hoy son indispensables para mi vida.

De esos seres maravillosos que me sorprenden día a día me nutro para seguir adelante cuando las situaciones parecen complicadas.

Así y todo, más que del presente, quería hablar del pasado. Contar lo que muchas veces me costó cerrar los ojos, el miedo que me produjo muchas veces, y lo agradecido que estoy de haberlo echo.

Puede que en varias de esas cosas me haya equivocado, pero en la mayoría termine acertando, el tiempo me dió la razón, y hoy sueño con un futuro prometedor de la mano de más cierres de ojos, y de más jugadas con el corazón.

Cada vez que el corazón me dijo que eso era lo que él quería hacer, le hice caso, se detuvo en una acción, una persona, un camino, y me dió momentos inigualables, momentos que ya voy a tener la posibilidad de seguir viviendo, pero hoy me toca pensar en ayudar a una de esas personas mencionadas arriba.

Mi vertiginosa vida me ha enseñado a cuidar de aquellos que cuidan de mi, me ha enseñado a ayudar a aquellos que me ayudan a mi, y eso lo tome como una filosofía de vida, hoy, más tranquilo, con mi proyecto personal ya en camino, es hora de devolverle a aquellos que me escucharon cuando lo necesitaba, que me abrazaron cuando lo necesitaba, escucharlos y abrazarlos. También aprendí a ser paciente, a no desesperarme, y a no insistirle a quienes no quieren ser ayudados.

Pero cuando me encuentro con una persona que sus ojos me dicen a los gritos “estoy por llorar” y escuchó mi llanto, y me dibujó una sonrisa, no puedo evitar sacar ese instinto de supervivencia y estrechar la mano, porque aquellos que aprendimos a forjar nuestra coraza a fuerza de golpes y de problemas, bien sabemos que cuando se nos toca la fibra, necesitamos ayuda.

Y no quiero intrometerme en la coraza de nadie, pero no voy a aguantar una lágrima más de quien me ayudo cuando estuve por explotar, es una decisión tomada.

Yo también tuve que cerrar los ojos, brindarme al destino y ver que pasaba para tomar está decisión, pero es un hecho que no voy a tolerar más el sufrimiento de quien me quiere, o por lo menos, así me lo demuestra.

Le dije el otro día a una de esas personas que me mostró que estuve acertado en arriesgar, probablemente quien más lo haya echo en este ultimo tiempo, que cuando lo que me mueve es el amor, soy muy sensible, así que voy a aprovechar este valor y brindarme para ayudar a quien me necesita, porque muchas veces, quienes aprendimos a forjar nuestra coraza, es porque no tuvimos esa contención o ese afecto, cuando más lo necesitábamos.

jueves, 7 de octubre de 2010

Artillería Pesada

Parafraseando a Control Machete, tras una de esas charlas reconfortantes a las que me tiene acostumbrado una amiga, decidí escribir este texto que tiene varias aristas.

La primera es netamente sobre el titulo, todos tenemos la capacidad de cumplir nuestros objetivos, pero para algunos las “armas” dialécticas son más débiles. Otros, entre los que me considero parte, tenemos esa capacidad de tirar bombas y tener el mismo efecto que en varios días pueden obtener quienes pertenecer al otro grupo.

Yo tengo esa sensación, que muchas veces ver caer a los tanques es una imagen muy fuerte ante los que algunos no encuentran otra salida que escapar o resignarse. Otros, los más valientes, o lo que también tiene ese nivel, dan batalla.

Cuando entre esas armas está la memoria, se hace aún más difícil el debate, porque la persona que está en frente, sabe que en cualquier momento se enfrenta al arrebato de un hecho con el que no contaba. Eso estoy viviendo.

Llegó el momento de actuar, de poner los tanques en funcionamiento, y empezar la hora de la verdad, esta vez hay que ganar o ganar, Maquiavelo se instaló en mis venas por el momento, pero está frío, así que con la sangre fría, pero el pensamiento claro, no queda más que tirar toda la Artillería Pesada, según el plan.

La segunda arista tiene que ver con los compromisos, y para estoy voy a seguir con la analogía respecto de las guerras. Bien sabido es, que si estás en una batalla, hay un compromiso, que quien no se ajuste completamente al plan previo, puede causar muchas fatalidades.

Yo, desde mi lugar frívolo y observador que me da ser el ultimo en salir, tengo ese compromiso a flor de piel, tiendo a utilizar mucho una frase que dice “Los seres humanos tenemos dos orejas y una boca, por algo será”.

Me voy despidiendo, no quiero que nadie se sienta herido en su susceptibilidad, ni asustar con la analogía, bien sabrán aquellos que me conocen, evito la violencia.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Con la pelota bajo la suela

Una Vez cada tanto y en esos partidos que a uno le toca mirar desde el banco, el técnico te mira, mira al preparador físico, le dice tu nombre mientras te señala y acto seguido te dice “pibe, vení”.

Ahí se te vienen a la cabeza varios pensamientos, el primero es cuando tenes la ineludible sensación de que entras a la cancha, es tu momento, el utilero te pasa la camiseta, y el técnico te empieza a hablar, y ahí es cuando empieza el segundo, esa sensación de responsabilidad que te fluye por las venas cuando el técnico te dice como quiere que juegues para dar vuelta el resultado, o peor, como reemplazar a una gran figura lesionada, o lo que es peor aún “hace lo que vos sabes”.

Cuando te dicen esa ultima frase, entras, miras el marcador y dice “30’ Segundo Tiempo 0-2” hay que poner todo de uno y no achicarse. A mi, me acaban de decir eso.

Me tuve que hacer cargo del equipo, tengo la pelota bajo la suela, y en quince minutos tengo que demostrar todo lo que sé hacer con la pelota, y salvar el partido.

Este encuentro todavía se está jugando, pero en la primera jugada me saque a dos de encima, con mucha elegancia, hice una pared con quien iba por izquierda, y después, cuando solo quedaba el arquero, salí gritando gol tras toque sutil pero furioso.

Bien. Primer objetivo cumplido, ya solo queda uno para el empate, y dos para la victoria, sin dudas, estamos mejor que antes.

Ahora, viene el momento más difícil de todos, a unos escasos minutos, de esos pocos que le quedaban al encuentro, me hacen una falta en la puerta del área grande, tiro libre directo. Me paro frente a la pelota, tomo carrera, es bastante cerca, así que le voy a pegar yo. Tengo pensado que vaya por encima de la barrera, que es gol seguro.

Ese tiro libre, todavía estoy en la carrera, otro día, quien dice en la nota post-partido, sepan como me fue… Si perdimos, empatamos o ganamos el encuentro.

Ley de cierre

Me debía este texto desde hace mucho tiempo, tanto, que en realidad me decidí a escribirlo, antes de que quedara mal cronológicamente, respecto del posterior.

Tengo que hablar sobre aquellas cosas que se van cerrando en la vida, todas aquellas etapas que concluí en este ultimo tiempo y no me dí la posibilidad de plasmarlas en un texto, de esos que tanto disfruto escribir.

Estoy en uno de esos momentos de la vida donde el cambio puede asustar, como lo hizo en un primer momento o el cambio puede gustar como lo hizo luego, y continúa aún hoy.

Viví durante toda mi vida en un sistema, yo sabía como era la historia, cambió en algunas cosas a lo largo del tiempo, pero más o menos era bastante constante. Pero el nueve de Agosto de este año eso cambió. Tuve en la mano ese papelito que certificaba que ya ese proceso había terminado, y que simplemente, hasta que empezara el nuevo proceso, estaba absolutamente, y por primera vez en mi vida, fuera de toda institución educativa.

Ahí llegó el famoso miedo a la libertad, por primera vez era libre, no le debía nada a nadie, no tenía ninguna responsabilidad educativa, ni nada que se le parezca. Era el momento de cumplir mi sueño, uno de ellos por lo menos, la universidad, aquello que tanto anhelaba de chico, aquello que soñaba y visitaba casi jugando a ser parte. Si, ese proceso llegó, con bombos y platillos, aunque casi por casualidad.

El día siguiente a eso, concurrí a lo que hoy es mi establecimiento educativo, en rol de acompañante, con solo el titulo en el bolsillo trasero izquierdo de mi pantalón, y unos pesos que me habían sobrado de una pequeña charla, gaseosa y tostado mediante, con quien es, a esta altura, y pese al no tan extenso tiempo, una de las personas que más me vio llorar de alegría y de tristeza, en mi vida. Ese día, gracias a la no existencia de mi timidez, pregunté si me podía anotar (y digo, gracias a la no existencia de mi timidez, porque se suponía que no). A partir de ese momento, se convirtió en el gran punto de inflexión en mi vida, tenía los papeles la universidad, mi vida estaba empezando a cambiar.

Hoy, a varias semanas y ya inmerso en la arena universitaria, tengo la felicidad a flor de piel, y dicen, aquellos que me conocen y me quieren, que cada vez que hablo del tema, el brillo de mis ojos aumenta considerablemente, como si de repente, tuvieran luz propia.

lunes, 31 de mayo de 2010

Agachar la cabeza

Durante estos días me volví realmente conciente de que a veces hay que agachar la cabeza y reconocer que uno se equivoco. El yerro se comete diciendo algo, haciendo algo, contando algo, o lo que fuera, y esos errores, si no se retractan a tiempo, pueden atormentar la conciencia por largo rato.

Tengo dos historias para contar, empezaré por una, y la otra, quedará para otro momento. Cuenta, dicho relato, que una vez, invadido por la ceguera producida por la desesperación y el amor incondicional, dije cosas que no se si son ciertas, de las cuales no me arrepiento tampoco, porque me llevaron hasta lo que hoy tengo, o creo que tengo. En un par de ojos brillantes como el sol, hermosos como la luna y sensibles como un bebé perdí mi cabeza, y entregué mi corazón. Eso me llevo a hacer un montón de cosas de las cuales sinceramente me enorgullezco, pero hubo una, en la que dije poder leer el destino, o hasta haberlo escrito, que me hace sentir culpable. Algún día dije que ese amor parecía interminable, y hoy lo sigue pareciendo, pero cuando miré esos ojos llenos de lágrimas y me dí cuenta una vez más, que son aquellos en los que perdí la cabeza y entregué mi corazón. Me percaté de que no estábamos preparados para vivir sin mirarnos fijamente y abrazarnos cuando estos estuvieran llenos de lagrimas, impidiendo que se apague la luz de nuestra alma y caminar juntos por el sendero de la vida, simplemente porque ambos habíamos hecho esa gran entrega de la que creo, ambos estamos muy contentos.

Pero cuando algo parece morir, o disminuirse mucho en sus energías vitales, es muy difícil creer que está vivo hasta que se lo ve marchando a la par nuestro en el mencionado sendero. Y esté es el momento indicado para decir “me equivoque”, pensé que ese destino que creí escribir decía algo que ahora dudo, que actualmente no se si es tan cierto, que tus ojos me dicen otra cosa, que ese eterna conexión que se produce al mirarnos está intacta, como si jamás la hubiéramos desafiado a desaparecer. Cuesta creerlo, y cualquier golpe da la sensación de que lo mató, pero no es así, yo lo ví en esos ojos llenos de lagrimas que a los gritos rogaban un abrazo de esa persona que te juró que no iba a desaparecer de tu lado y que todo tu cuerpo reclamaba a gritos, y ahí estaba, cumpliendo con su promesa, brindándote el abrazo que necesitabas, la palabra de aliento que merecías y la caricia que pedía darte.

Por eso este es el primer texto que una expresión de mi corazón que no puedo ocultar, esa conexión que sentimos ambos cuando estamos juntos es algo que nunca voy a poder olvidar, ni en mil peleas, ni en dos mil años. Pero la gran pregunta que se hace uno en este momento es, ¿Cómo hago para, si pensas que se murió, mostrarte que no? Yo lo veo vivito y coleando, deambulando por mí cuarto recordando tu presencia a cada lado a donde miro.

Todos tenemos miedos, dudas y demás problemas que nos hacen pensar cual decisión es la correcta, pese a muchas veces, saberla de ante mano. Pero el otro día me preguntaba ¿Qué vale más que la felicidad? ¿Qué vale más que ese fuego sagrado de sentir que uno hace feliz a quien pretende? Y si se puede hacer eso, ¿Cuál es la razón para dejar pasar el tren? Las oportunidades no se escapan, uno las deja ir. Y cuando una de ellas toma la decisión de volver para que esta vez la abraces bien fuerte y le aproveches todo lo que trae consigo, es responsabilidad de cada uno saber hacerlo rendir.

Yo estoy más que dispuesto a jugar todas mis fichas a esto que tengo en el pecho, que me llena de ganas de protegerte y de ver esos ojos que guardan un no casual parecido con aquello que también me saca una sonrisa con su sola fragancia y me encanta que me despierte a la mañana, daría lo que fuera por poder asegurarte amor eterno, por poder asegurarte felicidad más allá del tiempo, pero como no me gustaría mentirte, así que simplemente voy a decirte, que ese cosquilleo que sentía en el pecho, ya no es tal, tenias razón, te estabas acomodando en mi corazón.

domingo, 23 de mayo de 2010

La lluvia volvió difusos los límites del campo de juego.

Hoy es una noche lluviosa y sinceramente, no tengo demasiadas ganas de salir. El blog está a escasas horas de cumplir su primer año de vida y empiezo a hacer un balance de que cambio y de como estoy hoy.

Mi vida viró sinceramente por varios horizontes distintos, ya no estoy parado donde lo estaba en aquel momento, me siento aún mucho más sólido que en aquel momento, más fuerte e incluso podría decirse, desde mi soledad en algún momento, mejor acompañado.

Podría contarles varias historias, varios ejemplos, pero decidí quedarme con uno que claramente domina mi cerebro:

Siempre me jacte de saber cual era el limite, de identificar hasta donde se podía legar, pero en este juego de ir y venir, de ver hasta donde puedo correr, me di cuenta que la lluvia hizo que perdiera la claridad que tenia para ver la línea que delimitaba de que lado estaba dentro del campo de juego, involucrado en el partido, y de que lado era un mero espectador, o peor aún, estaba fuera del encuentro, pero este me requería adentro.

Siento pasión por la camiseta que tengo puesta, sin dudas, nadie puede expresar lo contrario, es simplemente que a veces dudo de saber como jugar ese tipo de partidos, tengo la vacilación, vengo en franco ascenso en este torneo en el que estoy inscripto, que cuando parece que su fin es próximo, me doy cuenta que está recién empezando. Claramente mi forma platear los encuentros es cada vez mejor, y eso va llevando a victorias, triunfos que son conjuntos, y me hacen pensar que luego de un largo tiempo, no hay confrontación, al fin, con mi rival y que simplemente vamos a divertirnos.

Estoy muy contento por eso, poder entretenerme con aquellos con los que hice parte de las inferiores y me junté a jugar a la pelota en la plaza tantas veces, que hoy jueguen a mi lado, propongan risas, lujos conmigo, hagamos el desgaste físico juntos, pero nos veamos involucrados en un aplauso cerrado cuando nos retiramos de la cancha, exhaustos, ya hasta diría cansados de pasarla bien.

Mi problema empieza con los limites, ya no jugamos a la pelota en la plaza del barrio, ya no somos niños, ya crecimos, y tenemos que tomarnos con seriedad todo lo que nos involucre, el campo de juego ya no esta delimitado por líneas imaginarias y abstractas, sino que son muy claras, y si no lo son, no debería jugarse el encuentro, aunque me pregunto, ¿No debería jugarse el encuentro? ¿No es función del compañero que si tiene claro hasta donde se puede llegar, marcarlo?

Me encanta reírme con aquellos que me entiendo, se que con este equipo que arme podemos ganar en cualquier cancha, tenemos la posibilidad de golear, sabemos llenarle los ojos de fútbol a cualquier hincha. Pero sinceramente, lo que no tengo claro, es si mi ambición, la lluvia, los límites difusos, pueden traer algún problema. Si funcionamos como equipo dentro y fuera de la cancha, si jugamos bien en los entrenamientos, amistosos y partidos oficiales, ¿Está mal que me de miedo intentar jugar bien fuera de la cancha?

La decisión por el momento es haberme percatado de que mi nivel de juego, que se coronó con una gran victoria con goleada, aunque no haya alcanzado su techo aún, es excelente, y no voy a arriesgarlo por un partido en un día de lluvia en el que me pueda lesionar, espero poder seguir jugando en este nivel y así, poder darle una alegría a esta hinchada tan sufrida, que cuando vio rearmar este equipo, soñó con gritar nuevamente campeón.