jueves, 7 de octubre de 2010

Artillería Pesada

Parafraseando a Control Machete, tras una de esas charlas reconfortantes a las que me tiene acostumbrado una amiga, decidí escribir este texto que tiene varias aristas.

La primera es netamente sobre el titulo, todos tenemos la capacidad de cumplir nuestros objetivos, pero para algunos las “armas” dialécticas son más débiles. Otros, entre los que me considero parte, tenemos esa capacidad de tirar bombas y tener el mismo efecto que en varios días pueden obtener quienes pertenecer al otro grupo.

Yo tengo esa sensación, que muchas veces ver caer a los tanques es una imagen muy fuerte ante los que algunos no encuentran otra salida que escapar o resignarse. Otros, los más valientes, o lo que también tiene ese nivel, dan batalla.

Cuando entre esas armas está la memoria, se hace aún más difícil el debate, porque la persona que está en frente, sabe que en cualquier momento se enfrenta al arrebato de un hecho con el que no contaba. Eso estoy viviendo.

Llegó el momento de actuar, de poner los tanques en funcionamiento, y empezar la hora de la verdad, esta vez hay que ganar o ganar, Maquiavelo se instaló en mis venas por el momento, pero está frío, así que con la sangre fría, pero el pensamiento claro, no queda más que tirar toda la Artillería Pesada, según el plan.

La segunda arista tiene que ver con los compromisos, y para estoy voy a seguir con la analogía respecto de las guerras. Bien sabido es, que si estás en una batalla, hay un compromiso, que quien no se ajuste completamente al plan previo, puede causar muchas fatalidades.

Yo, desde mi lugar frívolo y observador que me da ser el ultimo en salir, tengo ese compromiso a flor de piel, tiendo a utilizar mucho una frase que dice “Los seres humanos tenemos dos orejas y una boca, por algo será”.

Me voy despidiendo, no quiero que nadie se sienta herido en su susceptibilidad, ni asustar con la analogía, bien sabrán aquellos que me conocen, evito la violencia.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Con la pelota bajo la suela

Una Vez cada tanto y en esos partidos que a uno le toca mirar desde el banco, el técnico te mira, mira al preparador físico, le dice tu nombre mientras te señala y acto seguido te dice “pibe, vení”.

Ahí se te vienen a la cabeza varios pensamientos, el primero es cuando tenes la ineludible sensación de que entras a la cancha, es tu momento, el utilero te pasa la camiseta, y el técnico te empieza a hablar, y ahí es cuando empieza el segundo, esa sensación de responsabilidad que te fluye por las venas cuando el técnico te dice como quiere que juegues para dar vuelta el resultado, o peor, como reemplazar a una gran figura lesionada, o lo que es peor aún “hace lo que vos sabes”.

Cuando te dicen esa ultima frase, entras, miras el marcador y dice “30’ Segundo Tiempo 0-2” hay que poner todo de uno y no achicarse. A mi, me acaban de decir eso.

Me tuve que hacer cargo del equipo, tengo la pelota bajo la suela, y en quince minutos tengo que demostrar todo lo que sé hacer con la pelota, y salvar el partido.

Este encuentro todavía se está jugando, pero en la primera jugada me saque a dos de encima, con mucha elegancia, hice una pared con quien iba por izquierda, y después, cuando solo quedaba el arquero, salí gritando gol tras toque sutil pero furioso.

Bien. Primer objetivo cumplido, ya solo queda uno para el empate, y dos para la victoria, sin dudas, estamos mejor que antes.

Ahora, viene el momento más difícil de todos, a unos escasos minutos, de esos pocos que le quedaban al encuentro, me hacen una falta en la puerta del área grande, tiro libre directo. Me paro frente a la pelota, tomo carrera, es bastante cerca, así que le voy a pegar yo. Tengo pensado que vaya por encima de la barrera, que es gol seguro.

Ese tiro libre, todavía estoy en la carrera, otro día, quien dice en la nota post-partido, sepan como me fue… Si perdimos, empatamos o ganamos el encuentro.

Ley de cierre

Me debía este texto desde hace mucho tiempo, tanto, que en realidad me decidí a escribirlo, antes de que quedara mal cronológicamente, respecto del posterior.

Tengo que hablar sobre aquellas cosas que se van cerrando en la vida, todas aquellas etapas que concluí en este ultimo tiempo y no me dí la posibilidad de plasmarlas en un texto, de esos que tanto disfruto escribir.

Estoy en uno de esos momentos de la vida donde el cambio puede asustar, como lo hizo en un primer momento o el cambio puede gustar como lo hizo luego, y continúa aún hoy.

Viví durante toda mi vida en un sistema, yo sabía como era la historia, cambió en algunas cosas a lo largo del tiempo, pero más o menos era bastante constante. Pero el nueve de Agosto de este año eso cambió. Tuve en la mano ese papelito que certificaba que ya ese proceso había terminado, y que simplemente, hasta que empezara el nuevo proceso, estaba absolutamente, y por primera vez en mi vida, fuera de toda institución educativa.

Ahí llegó el famoso miedo a la libertad, por primera vez era libre, no le debía nada a nadie, no tenía ninguna responsabilidad educativa, ni nada que se le parezca. Era el momento de cumplir mi sueño, uno de ellos por lo menos, la universidad, aquello que tanto anhelaba de chico, aquello que soñaba y visitaba casi jugando a ser parte. Si, ese proceso llegó, con bombos y platillos, aunque casi por casualidad.

El día siguiente a eso, concurrí a lo que hoy es mi establecimiento educativo, en rol de acompañante, con solo el titulo en el bolsillo trasero izquierdo de mi pantalón, y unos pesos que me habían sobrado de una pequeña charla, gaseosa y tostado mediante, con quien es, a esta altura, y pese al no tan extenso tiempo, una de las personas que más me vio llorar de alegría y de tristeza, en mi vida. Ese día, gracias a la no existencia de mi timidez, pregunté si me podía anotar (y digo, gracias a la no existencia de mi timidez, porque se suponía que no). A partir de ese momento, se convirtió en el gran punto de inflexión en mi vida, tenía los papeles la universidad, mi vida estaba empezando a cambiar.

Hoy, a varias semanas y ya inmerso en la arena universitaria, tengo la felicidad a flor de piel, y dicen, aquellos que me conocen y me quieren, que cada vez que hablo del tema, el brillo de mis ojos aumenta considerablemente, como si de repente, tuvieran luz propia.