martes, 4 de mayo de 2010

Grandes Oceanos Amenazan Mi Vida

Ya está muy entrada la noche, hace frío y estoy con una sensación de angustia que no sabría como explicar. Aquel pasado que sobrevuela en mi memoria sin ganas de volver, pero con ganas de hacerse notar, y de hacerme llorar parece que está por conseguirlo, estoy lo suficientemente amargado como para reconocer aquellas pequeñas sonrisas que algunos intentaron sacarme. Pero el tema del que tengo ganas de hablar es otro, es sobre la ignorancia.

La ignorancia es el opio del pueblo, no saber las cosas es la mejor manera de escaparle a la realidad, aunque en el final del camino, siempre te termine arruinando, porque negar las cosas, no quiere decir que no existan, quiere decir que suceden sin que participemos de ellas, sin que podamos cambiarlas.

Varias veces intentaron volverme ignorante, en varios momentos de mi vida, desde muy pequeño, hasta hace muy poco tiempo, incluso, podría decirse, que todavía lo siguen intentando. ¿Es que acaso esta en la naturaleza humana tratar de ocultar información? Que triste sería conocer esa noticia. Desde pocos años después de mi nacimiento trataron de que yo no me entere de determinadas cosas, para así poder manejar mi conciencia a su gusto. Los años pasaron, y como conocido por el dicho popular, las mentiras, tienen patas cortas. Se preguntarán que les pasó a todos esos seres de escasa estatura que intentaron y en algunos casos lograron hacerme daño cuando yo no tenía las armas suficientes, la respuesta es simple: Yo suelo no pagar con la misma moneda que aquellos bárbaros que incurren en errores propios de su ignorancia, tomé la decisión de alejarme de ese estado, me informe, y simplemente, desde mi altura brindada por la hermosa sensación de tener la conciencia tranquila, no los miro.

Pero por suerte el tiempo pasó, yo crecí, me perfeccioné en mi búsqueda de la verdad, en el armado de las diferentes verdades, pero con mi desarrollo, también llegó una metamorfosis, porque no se podría decir que se emparejaron conmigo, de aquellos que intentaron que yo perciba nubes tapando un sol que no me dejaba ver, de lo radiante que era. Aquellas personas tuvieron un último manotazo de ahogado, antes de quedar inmersos en el incalculable océano de profundidades sorprendentes y horizontes inapreciables, que llamamos mediocridad, pero no les alcanzó y cuando la ola los tapó, ya ni sus ruidos a burbuja entre mezclados con pedidos de auxilió se escucharon.

Cuando yacían muertos en las profundidades de este lamentable océano del que sin dudas son parte, aproveche mi momento, creyéndome apto, para salir a competir contra la vida, en una lucha bastante desleal. Me encontré, en ese camino, con gente maravillosa, gente de la que me enorgullezco de haber sumado a mis filas, gente, que incluso luego, mostraría sus falencias, y dejaría ver sus afinidades con ese mar de descomunales dimensiones. Algunas de esas personas aún estoy apenado de haberle dado la posibilidad de que se parezcan, aunque sea por un segundo y desde polos opuestos, pese uno pueda pensarlo como una contradicción que luego explicaré, a esa gente que tanto me hizo sufrir desde antes de que pudiera escribir mi propio nombre. Es obvio quien no entiende que pasa cuando la información no aparece, no concibe la desesperación y preocupación que puede generar la falta de información, no voy a explicarle a quien no quiere entender que genera falsas ilusiones y hasta fanatismos la falta de información. Y ese fanatismo por no comunicar que tanto nos costó, es aquel del que no me enorgullezco, y hasta tiempo cuando lo recuerdo, es aquel que quise eliminar de gente que nunca me percaté de entender que yo había aprendido a querer así, y no iba a cambiar, que así se había vuelto de mis filas, y aunque le haya dado la posibilidad de parecerse a aquellas personas que me hicieron sufrir porque esa era básicamente su intención, supieron pararse en el otro polo, y tratar de hacerme feliz.

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