domingo, 29 de noviembre de 2009

Esa Luna que todo lo ilumina

Esta historia empieza hace catorce años en un pequeño departamento de la Avenida Córdoba. Vivía una pareja con un niño y eran felices…
Un día llego la mujer de la casa con un pequeño animal, una noche donde la Luna empezó a alumbrar.

Una morocha que rápidamente se metió en mi corazón, se hizo querer y hasta la llegue a amar, ella vió mis peores tristezas, mis mejores alegrías y fue la que desde un lugar silencioso se acercó a mimarme en uno de los momentos más difíciles de mi vida.

Siempre acompañó a esa familia que vivía en el pequeño departamento de la Avenida Córdoba, cuando esta fue creciendo, mudándose, etc. Ese pequeño niño de tan solo 4 años que la amaba hoy tiene 18 y dice con total seguridad que esa morocha quedará guardada en su corazón por el resto de su vida.

Durante este año me hizo pegar varios sustos, me tuvo en vilo mucho tiempo. Hasta que hace exactamente veintiún días me di cuenta que faltaba poco tiempo para que perdiera, que no estuviera más a mi lado. Estaba charlando con la persona que me acompaña todos los días de mi vida y que ilumina mis mañanas en la cocina de mi casa cuando me di cuenta que esa Luna que iluminó durante tanto tiempo necesitaba luz, estaba desorientada. Empezamos a observarla entre todos, pero su sufrimiento era más y más, empezaron los llantos suyos y de toda la familia, un día me quebré y a mi compañera le confesé que ya no quería que sufriera más, que me había dado cuenta que no quería luchar más…

Entre llantos que logro consolar caí en la cuenta que esto tendría un final precipitado, así lo fue, desde que me di cuenta a hoy pasaron tan solo tres días y ya tengo el final de la historia…

Fue en la noche del sábado, entre llantos, cuando los médicos nos confirmaron que estaba sufriendo de dolor y yo le mande un mensaje a ella diciéndole que la pelea que dimos se había terminado. Hoy me llamaron para decirme que ya estaba, y empecé a temblar, y yo les juro que no lloré hasta que en un momento sentí un escalofrió y me quebré en llantos, esa conexión que habíamos tenido durante todas nuestras vidas se había cortado, y yo que me despedí sin darle un abrazó y un beso, solo unas caricias y le dije “te amo”…

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